Una relación perversa
El 29 de mayo se cumplió un nuevo aniversario del día del Ejercito Argentino. Institución que nació a la sombra de la revolución de Mayo y que tuvo significativo sentido y función en la constitución de la Nación Argentina, el Estado nacional y formación de la ciudadanía.
Como institución social fue presa codiciada por muchos sectores sociales e individuos que hicieron de su aparato, disciplina, organización un culto - muchas veces - y hasta un ejemplo de dignidad patriótica. Basta recordar que ese Ejercito Argentino fue el que liberó, de la mano de San MArtín, Chile y Perú pero también mató a miles de indígenas - verdaderos dueños de las tierras - en la tan recordada "Guerra del Desierto" comandada por el general Julio Argentino Roca; reprimió a obreros y trabajadores en el Chaco y en la Patagonia - la semana trágica, durante el gobierno de Yrigoyen -; también es justo recordar que cumplió una misión cívica al ser una de las pocas instituciones que introducían a los analfabetos dentro del sistema social, mediante una rudimentaria instrucción, aunque propiciaba el adiestramiento mediante castigos físicos y psicológicos - colimba es una clara reducción de la situación que vivían los conscriptos: corra, limpia, barre -. El ejercito también jugó un rol preponderante en el destino político del país: desde 1930 - primer golpe institucional - el ejercito se inmiscuyó en los quehaceres políticos y económicos de la sociedad, con cada golpe de estado terciaba en el rumbo del país bajo las directivas de un grupo social ligado con la alta clase terrateniente y los intereses extranjeros de compañias multinacionales. La más terrible y sangrienta de esas intervenciones en la vida institucional cívica del país fue el golpe de 1976.
Recuperada la democracia, esta institución no dejó de jugar un rol de presión sobre los avatares de la nación: levantamientos carapintadas, planteos militares que no trascendían lo público pero que demostraban cierta ingerencia en el poder de turno dan cuenta de su vitalidad soterrada, en caída, pero con sus últimos coletazos.
Un capítulo aparte es el análisis de la sociedad que a pesar de tantos atropellos, acompañó y apoyó a muchos de aquellos militares que la sojuzgaron y torturaron: Bussi en Tucumán; Rico en San Miguel...
El ejercito argentino cumplió un nuevo aniversario de su nacimiento, que los nuevos integrantes de esa institución no olviden que están al servicio del Estado y de la patria y que esa patria y ese estado son el Pueblo mismo, el soberano, sus jefes directos y a quienes tienen que cuidar y responder por toda acción u omisión que hagan.
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