lunes, 31 de marzo de 2008

El lock out agropecuario y la cultura

Ponerse en el lugar del otro

Es curioso lo que se escucha en la calle por estos días de conflicto agropecuario. Hay gente que toma una postura abiertamente a favor de la protesta del campo sin deslindar la complejidad del asunto. Los chacareros que cortan las rutas no son lo mismo que los que protestan en la capital con las cacerolas. Como bien lo admitió uno dirigente, son los hijos de los chacareros y la clase alta y media alta de la ciudad porteña. Beneficiarios directos e interesados indirectamente en los frutos del campo y las grandes cosechas. Propietarios e hijos de propietarios- productores.
Lo que uno no comprende de esta situación es el grado de beligerancia que los "productores" han llevado con su protesta. Llegar al corte de ruta con una táctica que muchas veces ellos mismos detestaron e injuriaron.
Sin embargo la protesta es un derecho que compete a todos y no es ilegítimo quejarse contra una medida que los afecta. Pero llevar al extremo del desabastecimiento y colocar a la población civil y ciudadana en situación de rehenes, escapa de toda lógica de confrontación sectorial en democracia; teniéndo los medios para un reclamo justo.
Parece que los que cortan rutas, aunque invocan la fe y sostienen imágenes de cristianos católicos de bien, no toman la palabra de su religión y no se colocan en el lugar del otro: los niños, los ancianos, los enfermos, los trabajadores, las amas de casa, los estudiantes, todos.
El grado de soberbia y cortedad de miras y razonamiento es lamentable y preocupante. Los dueños de la tierra, los productores agropecuarios, sojeros, pooles de siembra, acopiadores, agroexportadores, industriales agropecuarios, no ven más allá de sus ombligos.
Harto llenos de lo que sus propiedades les dan, con la ayuda y el esfuerzo del clima y su pericia, se asemejan a cerdos que están cebados con la tajada de ganancia que dejarían de percibir en pos de un proyecto de país inclusivo que ellos, parece, no comparten.
Lo sorprendente es escuchar a personas que, sin participar de la problemática que les ocasiona las retenciones móviles, toman la lucha del campo como propia.
Ellos, pareciera, sí se ponen en el lugar de los otros. De aquellos otros que nunca se pusieron, ni se pondrán en su lugar.
Esos son los que más extrañeza provocan.

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