Maestro, filósofo, intelectual, ejemplo.
Cuando entré en la carrera de Ciencias de la Comunicación, una de las primeras materias que cursé fue Principales Corrientes del Pensamiento Científico. Una materia que no tenía correlatividades y que sin embargo fue importante para mi cursada. La cátedra era de Nicolás Casullo. Año: 1993. Pleno auge del menemismo.
En esa cátedra de la UBA había docentes de calidad excepcional: Ricardo Foster, Christian Ferrer, Alejandro Kauffmann.
Recuerdo que en uno de los últimos teóricos, Casullo conversaba con los alumnos sobre lo que la cátedra había pretendido transmitir a lo largo de la cursada. Hablaba del espíritu crítico del intelectual, de la posibilidad de pensar más allá de la historia, de los relatos consolidados, atravesando los ideologismos y poniendo el cuerpo en la toma de posición política. Criticaba el contexto social menemista. Bregaba por reflejar el momento histórico y descifrar las causas profundas que lo signaban.
Escribió textos esclarecedores, en consonancia con la figura de intelectual que propugnaba: un faro en la oscuridad de los tiempos.
Dirigió la revista Confines y fue uno de los propulsores de Carta Abierta.
Recuerdo en aquella clase teórica haber escuchado de Casullo el desafío por tomar el conocimiento, acceder a los intelectuales y sus concepciones de las maneras posibles, tomando los libros si fuera necesario. Hurtando el saber que se hace inaccesible.
Adios a un intelectual comprometido
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